Botox

El Botox, abreviatura de toxina botulínica, es un tipo de bacteria que puede ser dañina en grandes dosis. Sin embargo, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha aprobado su uso en cantidades más pequeñas para el tratamiento de las líneas glabelares (del ceño). También es fundamental en el tratamiento de ciertos tipos de parálisis, dolores de cabeza crónicos, sudoración profusa y otras afecciones de salud. La FDA también ha aprobado este tratamiento con otros nombres, pero cada uno tiene diferentes unidades de dosificación, por lo que no se pueden usar indistintamente. El Botox es un tratamiento adecuado para las arrugas que aún no están profundamente arraigadas en el rostro. Los cirujanos plásticos utilizan agujas diminutas para inyectar Botox en la piel o los músculos faciales. Actúa paralizando temporalmente los músculos y reduciendo la actividad de las glándulas que conduce al envejecimiento visible. Los resultados de una sesión típica duran varios meses, momento en el que los pacientes pueden optar por repetirla. La mayoría de las personas toleran muy bien los tratamientos con Botox y pueden volver a sus actividades normales de inmediato. Aquellos que experimenten molestias menores pueden aplicar una bolsa de hielo en el área tratada o tomar un analgésico de venta libre. Se necesitan de tres a cinco días después de la inyección para ver los resultados.